jueves, 16 de abril de 2020

Homenaje al obrero que levanta el pais trabajando

Para Rubén, el obrero constructor, algo es indiscutible y es el espíritu del esfuerzo. 
La idiosincrasia de un hombre como Rubén tiene implícita la idea de que el pan no viene solo, que nada, pero absolutamente nada, viene sin esfuerzo. 

Por lo menos para él, y sabe aceptarlo como corresponde. Se lo inculcaron de chico, seguramente creció viendo a sus padres esforzarse de sol a sol para que pudiera tener lo mejor que un padre podía darle a su hijo, dentro de sus limitadas posibilidades, pero con esa dignidad de quién se desloma por amor. 

Para Rubén la vida tiene ese engranaje diario por el cual muda domicilio de manera temporal, se aleja de su esposa, de sus hijos y promete que el esfuerzo lo vale, no cabe otra opción que irse aunque sea durante la semana, la obra lo llama, la obra lo demanda y resulta inviable volver a su hogar de cada día finalizada la jornada de trabajo. 

Rubén sabe que no hay otra opción, entonces día a día enfrenta una extensa jornada laboral de desgaste físico continuo que gravita sobre sus emociones, está cansado y sabe que no tiene más remedio que sumergirse en ese engranaje diario de trabajo arduo, sujeto a las penurias propias de la exigencia de sus tareas que se complementan con las erráticas condiciones climáticas que lo vapulean día a día.

Pero si algo entiende Rubén son sus motivos, razones, objetivos y anhelos. A medida que se aleja de su hogar sueña con darle lo mejor a su familia y entonces la distancia deja de ser un impedimento para convertirse en un medio para un fin, un gran fin.  
Sabe lo que cuesta el día a día y poco pareciera importarle el precio que asume: sus objetivos son mayores. 

Mientras apila ladrillos, proyecta el egreso de su hijo mayor. Próximamente terminará el colegio y quiere ser ingeniero. Sabe que es posible: ladrillo tras ladrillo, llegó hasta aquí. 
Mientras prepara la mezcla sabe que su hija entra el próximo año al colegio secundario. También, sabe que es posible. 
Mientras carga bolsas de cemento cuyo peso ni siquiera fue pensado para la fuerza de un hombre común, menos, para la de un Rubén cansado y ajetreado por años de cargar semejantes trastos, puede proyectar la colación de grado de su hijo, el futuro ingeniero.

Es que Rubén entiende que el hoy no fue gratis y tampoco lo será el mañana. 

Entonces ya poco importan la jornada, el capataz, la lejanía, el clima, los dolores, las injusticias y la vida misma. En silencio, proyecta grandes cosas para los suyos y, casi inconsciente, deja entrever una mueca de satisfacción en su cansado semblante. 

No hace falta decir, no hace falta hablar, solo hace falta hacer, construir. Y Rubén sabe que cada ladrillo apilado edifica su tan anhelado mañana…

Escrito por Francisco Cardinali.



1 comentario:

  1. Excelente! Está Es la filosofía del verdadero trabajador, de aquel cuya finalidad es profunda y que a pesar de los "esfuerzos" será muy difícil de erradicar.

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