Las maquilas son sin duda, una de las formas más polémicas
del comercio internacional.
Primero nos debemos al análisis de origen del término
“maquila”, que si bien no es exactamente el que le damos ahora, guarda una
estrecha relación. En la edad media se utilizaba para describir el sistema de
moler el trigo en molino ajeno, pagando al molinero con parte de la harina
obtenida.
Hoy en día, las maquilas son un factor clave de la economía
para algunos, o una fuente de pérdida de la dignidad humana, para otros. La
eterna lucha del liberalismo contra el socialismo, que intentaré plantear de la
manera más objetiva posible.
Las maquilas tienen su epicentro en los países
subdesarrollados o en vías de desarrollo, básicamente aquellos que tienen una
economía basada en el sector primario, un comercio exterior desfavorable,
desocupación masiva, ingresos bajos y bajo nivel educativo. La razón es lógica,
la mano de obra en este tipo de países, es baja en relación a términos
mundiales.
Su nacimiento se debe a los grandes avances del comercio
internacional, y la libre competitividad mundial entre empresas, que intentan
mejorar cada día más sus costos de producción. Con la ayuda de los gobiernos en
los que desean instalar sus industrias maquiladoras, las empresas gestionan
aranceles e impuestos preferenciales a cambio de mano de obra para aquellos
países. De esta manera, trasladan la producción (o cierta parte de esta) a
países subdesarrollados o en vías de desarrollo, logrando mejorar su
competitividad en un mundo cada vez más dinámico.
México, cuenta con miles de industrias maquiladoras, siendo
aquel país donde se originó el término “maquila”; pero también podemos citar
otros tantos ejemplos como El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Honduras,
República Dominicana, Panamá, Filipinas, Malasia, Indonesia, India y Bangladesh,
entre otros.
Una característica fundamental de las maquilas es que estas
no aportan ninguna tecnología avanzada a los productos porque su única función
es la de ensamblar los insumos que se importan desde el país de origen al que
pertenece la empresa, para luego volver a ese país en donde será comercializado
o a diferentes puntos del mundo.
En 1942, México y Estados Unidos firmaron un acuerdo con el
fin de crear puestos de trabajo para las clases sociales más bajas de México.
Con el correr de los años, se fueron instalando fábricas maquiladoras en
México, cerca de las fronteras con Estados Unidos, con lo cual además se lograron
ahorrar costos de transporte y logística.
Las críticas desde el punto de vista social son claras: a
los trabajadores se les pagan salarios muy bajos, viven en condiciones de
pobreza y tienen escasa seguridad laboral. Sin embargo, del otro lado contamos
con la postura liberal, que también es clara: es preferible un trabajo con bajo
salario, a ningún trabajo.
Lo cierto es que a pesar de las críticas, la industria
maquiladora en México se ha convertido en una de las principales actividades
industriales de exportación del país.
Las maquilas generan divisas por medio del valor agregado
obtenido en el país en el que se instalan, además de lograr empleo intensivo en
mano de obra, principalmente de baja calificación.
Por su parte, la Red de Solidaridad de la Maquila (RSM) es
una institución que se originó a raíz de las críticas mencionadas y con el fin
de luchar por los derechos laborales de muchas mujeres que trabajan en maquilas
alrededor del mundo.
La propia Red Solidaria, define su trabajo en los siguientes
puntos:
“-Salario digno: la RSM colabora con la Campaña Ropa Limpia
en su lucha global por el salario digno, y trabaja con organizaciones
sindicales y de mujeres en Centroamérica para aumentar el conocimiento sobre
campañas similares en otras regiones e internacionalmente, así como para apoyar
sus esfuerzos en pos de estos mismos esfuerzos en su región.
-Derechos de las mujeres: la discriminación de género es un
problema endémico en todo Centroamérica y en las fábricas de confecciones para
exportación en todo el mundo. Las mujeres trabajadoras enfrentan discriminación
en la contratación, promociones y despidos; acoso sexual y otras formas de
violencia en el lugar de trabajo.
-Derecho al cuidado infantil: en los últimos dos años, la
RSM ha estado colaborando con organizaciones de mujeres y sindicales para
asegurar que empleadores y gobiernos cumplan con sus responsabilidades de
proveer servicios de cuidado infantil de calidad para madres y padres
trabajadores.
-Libertad de Asociación: en toda la industria global de la
confección (textiles), el derecho fundamental de los trabajadores a la libertad
de asociación y la negociación colectiva es rutinariamente violado por
empleadores y restringido o prohibido por ley.
-Grupo de las Américas: es un foro de multi interés
integrado por marcas y manufactureras internacionales y organizaciones de
derechos laborales que trabajan en conjunto para promover y apoyar industrias
de la confección y el calzado que sean socialmente responsables y el trabajo
decente en las Américas.
-Incendios y Seguridad de Edificios y derechos de los
trabajadores en Bangladesh: desde 2005, la RSM ha trabajado con aliados de
Bangladesh para exponer las condiciones de trabajo inseguras en la industria de
la confección del país y para presionar a las marcas internacionales a
compensar a los sobrevivientes de estas tragedias y eliminar condiciones y
prácticas inseguras en sus fábricas proveedoras.
-Responsabilidad empresarial y política gubernamental: la
RSM cree que las marcas globales deben ser responsabilizadas por violaciones a
los derechos de los trabajadores en sus fábricas proveedoras, y que los
gobiernos deben adoptar políticas y regulaciones que protejan a los
trabajadores de violaciones empresariales de sus derechos.”
El 24 de abril de 2013, murieron mil cien trabajadores y dos
mil quinientos resultaron heridos cuando colapsó un edificio textil en Dhaka,
Bangladesh. Según la Red de Solidaridad de la Maquila, “…los trabajadores
sabían que el edificio era inseguro, pero habían sido forzados a ir a trabajar
para cumplir con las fechas de entrega fijadas por las marcas internacionales.”
Sin embargo, este no fue el único accidente registrado, en
los últimos diez años el problema continuó en distintos edificios; por falta de
seguridad y trabajo precario, según informa la propia Red de Solidaridad. Luego
de los permanentes reclamos, se pudieron sentar las bases de lo que luego fue
el “Acuerdo sobre Seguridad en los Edificios y contra Incendios” en Bangladesh,
con la intención de mejorar esta problemática, ya que consideraban que la
auditoría controlada por las empresas estaba fallando en detectar y eliminar
los peligros de incendios y seguridad de edificios en la industria de la
confección del país.
Por su parte, Jyrki Raina quien fuera Secretario General de
IndustriALL (la federación sindical más grande del mundo) afirmó que reconocía
el compromiso que asumían las compañías “para poner fin al ciclo de desastres
de fábricas en Bangladesh. Y pedimos a todas las demás marcas mundiales que se
abastecen en Bangladesh que se unan a nosotros para garantizar que todos los
trabajadores de la confección puedan trabajar en condiciones de seguridad”. Al
momento de esta afirmación, eran veinticuatro las compañías firmantes, entre
las que estaban Benetton y Carrefour. Hoy ya son más de doscientas.
Desde entonces, los trabajadores deben ser capacitados en
temas de seguridad e higiene y pueden quejarse por condiciones laborales
inseguras, e incluso negarse a realizar algunas tareas.
De todas maneras, existe un aspecto muy importante que no
podemos dejar de lado; en el afán de nombrar actores “famosos” y que suene más
impactante la cuestión, son las multinacionales las que terminan siendo
acusadas por estas problemáticas, poniendo en tela de juicio sus verdaderas capacidades
de RSE (Responsabilidad Social Empresaria); pero en realidad, la mayoría de las
fábricas no pertenecen a estas empresas, si no que son subcontratadas a
distintos empresarios quienes, a su vez tercerizan las actividades en otras
fábricas, con lo cual se termina tornando muy difícil dar con los verdaderos
responsables.
El caso que tuvo mucha relevancia fue el de Sohel Rana,
quien fuera propietario de la fábrica que colapsó el 24 de abril de 2013, que
mencionamos con anterioridad, un empresario con poder, dinero y amistades en el
Parlamento de Bangladesh. Según la BBC, hay manifestaciones de ciudadanos
pidiendo la pena de muerte del que sería “el hombre más odiado de Bangladesh”.
Hoy por hoy, y luego del acuerdo del que hablamos, son los
fabricantes de ropa de Bangladesh los que se están quejando; consideran que las
medidas y requerimientos de las diversas multinacionales con respecto a las
prácticas de fabricación en sus talleres, se están haciendo difíciles de
seguir. Es decir, sostienen que no logran mantenerse al día con las
disposiciones que consiguieron los trabajadores y que ejecutan las
multinacionales en asociación con la OIT (Organización Internacional del
Trabajo).
Según Europa Press, un fabricante mencionaba que “teníamos
el acuerdo de que no se tomaría ninguna decisión unilateralmente pero no lo han
cumplido y nos están pidiendo varias medidas correctivas adicionales”. Este es
el motivo por que hacen hincapié en que la industria se está dañando
seriamente, ya que cientos de fábricas no pueden lograr acuerdos con las
grandes multinacionales. Ahora, son los fabricantes los que están pidiendo al
gobierno que subsidie la producción, ya que sus costos están aumentando por las
medidas tomadas.
Las maquilas pueden resultar de mucha utilidad para los
países subdesarrollados en las que se instalan y para reducir los costos de
producción de una empresa determinada, pero el problema es cómo sostener el
crecimiento; quizás sea preferible el desarrollo japonés del “just in time”,
basado en la reducción del inventario, sistema en el cuál Toyota es experta, y
que tantos buenos resultados le ha dado.
Como podemos observar existen muchas aristas en este tema:
empresas, gobiernos, empleados, consumidores. Incluso, algunos sectores
sociales llegan a cuestionar la existencia de las zonas francas porque son
precisamente los lugares en donde suelen instalarse las maquilas, sin olvidar
que estas zonas fueron hechas para algo: atraer la inversión extranjera,
generar puestos de trabajo, transferir tecnología, mejorar las condiciones a
los productores nacionales que se preparan para las exportaciones y generar divisas.
Si bien es verdad que la empresa produce de la “mejor manera
posible”, es decir ahorrando costos, también los consumidores son responsables
por no cuestionar el origen de lo que compran. Existe una errónea idea de
considerar que las multinacionales tienen el poder; el verdadero poder lo tiene
el consumidor, sin consumo no hay empresa, ni mucho menos trabajadores. Las
empresas van a tratar de influir en sus consumidores con estrategias de
marketing, pero no tienen la capacidad de crear necesidades, eso es una
cuestión mental de cada individuo que, a raíz del contexto social en el que se
encuentra, determina adquirir productos supuestamente necesarios para poder
vivir, según los criterios establecidos por la pirámide de Maslow. Estos
productos, muchas veces provienen de maquilas.
Acaso cuando compramos un producto de segunda mano, ¿no
buscamos conocer su origen? ¿no buscamos saber que uso le dio el dueño
anterior? ¿por qué no podríamos hacer lo mismo con los productos de las
góndolas? Es solo una cuestión cultural. Lo que nos mueve a conocer el origen
del producto adquirido en segunda mano, no es ni más ni menos que nuestro
propio interés, tener conocimiento sobre el estado en el que está ese producto,
si tiene fallas o algún desperfecto causado por un mal uso. En cambio, en las
góndolas los productos son nuevos y tienen garantía, ¿qué podría salir mal?
Desde ya, casi todos
tenemos este comportamiento como consumidores, tanto los liberales como los
socialistas. Esto no quiere decir que por eso las empresas deben precarizar a
sus trabajadores; la negociación permanente entre los factores que mencionamos
con anterioridad puede lograr un equilibrio que permita la convivencia entre
ellos y el desarrollo de una dinámica que mejore las condiciones de todos, sin
perjudicar demasiado al otro. Lo más importante es que el diálogo siempre esté
abierto, porque la globalización genera conflictos nuevos todos los días y no
existe un sistema estándar que se pueda aplicar de la misma manera en cualquier
lugar.
Desde el punto de vista de los gobiernos, queda bastante
claro que los países receptores del sistema de maquilas han decidido abandonar
sus proyectos de desarrollo nacional (si es que alguna vez los tuvieron) para
insertarse en el mundo de la globalización ofreciendo lo que pueden aportar,
mano de obra barata. Si bien habría que analizar cada caso puntualmente, hay
determinados elementos que se repiten en casi todos estos países, como el
desempleo y la pobreza.
Para paliar la desocupación y promover la inversión extranjera,
los gobiernos facilitan la llegada de las empresas ofreciendo flexibilidad
laboral y sindicatos débiles, además de los beneficios de aquellas firmas que
se instalan, por ejemplo, en una zona franca.
Pueden existir también ventajas logísticas, tal es el caso
de las maquilas del Norte de México, cuyos productos pueden estar en Estados
Unidos entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas después de fabricados, tanto
como en los países Centroamericanos que requieren solo algunos días de
transporte marítimo. De las más de seis
mil empresas maquiladoras de México, el noventa por ciento se ubica en la zona
Norte del país, según el Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y
Manufactura de Exportación (INDEX).
En el país azteca, este tipo de industria representa el
setenta por ciento de sus negocios de exportación, con tres millones de empleos
directos y siete millones de empleos indirectos.
Desde el punto de vista de los Derechos Humanos, en la República
Dominicana, según la organización Human Rights
Watch (HRW), las empresas realizan pruebas de embarazo y ante casos positivos
proceden al rápido despido de la empleada en cuestión. Pareciera ser que el
gobierno quisiera dar la espalda a sus obligaciones, porque el “Convenio sobre
la protección de la Maternidad” de la OIT (Organización Internacional del
Trabajo) tiene en cuenta la “necesidad de brindar protección al embarazo de las
mujeres trabajadoras, en particular al Convenio sobre los trabajadores con
responsabilidades familiares”.
Las mujeres denuncian ser explotadas y abusadas en muchas
situaciones en este tipo de industria, y acusan percibir un salario menor que
el de sus pares hombres, al realizar la misma actividad.
Finalmente y como pudimos ver a lo largo de lo expuesto,
esta cuestión tiene demasiadas aristas, lo que hace necesario un análisis
particular en cada caso. Cuando anunciamos la existencia de miles de maquilas
en el mundo, no se debe generalizar, porque no todas son iguales. Insisto que
lo más importante es que las empresas y los trabajadores mejoren juntos las
condiciones laborales con el apoyo del gobierno (quien debería velar por los
intereses de ambos). Mientras tanto, seguiremos analizando hacia donde se
dirige el mercado, lo que seguirá determinando la manera de producir.
Artículo escrito por Francisco Cardinali.
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