sábado, 4 de abril de 2020

Maquilas: ¿Desarrollo de la economía o explotación de los trabajadores?


Las maquilas son sin duda, una de las formas más polémicas del comercio internacional.
Primero nos debemos al análisis de origen del término “maquila”, que si bien no es exactamente el que le damos ahora, guarda una estrecha relación. En la edad media se utilizaba para describir el sistema de moler el trigo en molino ajeno, pagando al molinero con parte de la harina obtenida.

Hoy en día, las maquilas son un factor clave de la economía para algunos, o una fuente de pérdida de la dignidad humana, para otros. La eterna lucha del liberalismo contra el socialismo, que intentaré plantear de la manera más objetiva posible.
Las maquilas tienen su epicentro en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, básicamente aquellos que tienen una economía basada en el sector primario, un comercio exterior desfavorable, desocupación masiva, ingresos bajos y bajo nivel educativo. La razón es lógica, la mano de obra en este tipo de países, es baja en relación a términos mundiales.

Su nacimiento se debe a los grandes avances del comercio internacional, y la libre competitividad mundial entre empresas, que intentan mejorar cada día más sus costos de producción. Con la ayuda de los gobiernos en los que desean instalar sus industrias maquiladoras, las empresas gestionan aranceles e impuestos preferenciales a cambio de mano de obra para aquellos países. De esta manera, trasladan la producción (o cierta parte de esta) a países subdesarrollados o en vías de desarrollo, logrando mejorar su competitividad en un mundo cada vez más dinámico.
México, cuenta con miles de industrias maquiladoras, siendo aquel país donde se originó el término “maquila”; pero también podemos citar otros tantos ejemplos como El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Honduras, República Dominicana, Panamá, Filipinas, Malasia, Indonesia, India y Bangladesh, entre otros.

Una característica fundamental de las maquilas es que estas no aportan ninguna tecnología avanzada a los productos porque su única función es la de ensamblar los insumos que se importan desde el país de origen al que pertenece la empresa, para luego volver a ese país en donde será comercializado o a diferentes puntos del mundo.
En 1942, México y Estados Unidos firmaron un acuerdo con el fin de crear puestos de trabajo para las clases sociales más bajas de México. Con el correr de los años, se fueron instalando fábricas maquiladoras en México, cerca de las fronteras con Estados Unidos, con lo cual además se lograron ahorrar costos de transporte y logística.

Las críticas desde el punto de vista social son claras: a los trabajadores se les pagan salarios muy bajos, viven en condiciones de pobreza y tienen escasa seguridad laboral. Sin embargo, del otro lado contamos con la postura liberal, que también es clara: es preferible un trabajo con bajo salario, a ningún trabajo.
Lo cierto es que a pesar de las críticas, la industria maquiladora en México se ha convertido en una de las principales actividades industriales de exportación del país.

Las maquilas generan divisas por medio del valor agregado obtenido en el país en el que se instalan, además de lograr empleo intensivo en mano de obra, principalmente de baja calificación.
Por su parte, la Red de Solidaridad de la Maquila (RSM) es una institución que se originó a raíz de las críticas mencionadas y con el fin de luchar por los derechos laborales de muchas mujeres que trabajan en maquilas alrededor del mundo.

La propia Red Solidaria, define su trabajo en los siguientes puntos:

“-Salario digno: la RSM colabora con la Campaña Ropa Limpia en su lucha global por el salario digno, y trabaja con organizaciones sindicales y de mujeres en Centroamérica para aumentar el conocimiento sobre campañas similares en otras regiones e internacionalmente, así como para apoyar sus esfuerzos en pos de estos mismos esfuerzos en su región.
-Derechos de las mujeres: la discriminación de género es un problema endémico en todo Centroamérica y en las fábricas de confecciones para exportación en todo el mundo. Las mujeres trabajadoras enfrentan discriminación en la contratación, promociones y despidos; acoso sexual y otras formas de violencia en el lugar de trabajo.
-Derecho al cuidado infantil: en los últimos dos años, la RSM ha estado colaborando con organizaciones de mujeres y sindicales para asegurar que empleadores y gobiernos cumplan con sus responsabilidades de proveer servicios de cuidado infantil de calidad para madres y padres trabajadores.
-Libertad de Asociación: en toda la industria global de la confección (textiles), el derecho fundamental de los trabajadores a la libertad de asociación y la negociación colectiva es rutinariamente violado por empleadores y restringido o prohibido por ley.
-Grupo de las Américas: es un foro de multi interés integrado por marcas y manufactureras internacionales y organizaciones de derechos laborales que trabajan en conjunto para promover y apoyar industrias de la confección y el calzado que sean socialmente responsables y el trabajo decente en las Américas.
-Incendios y Seguridad de Edificios y derechos de los trabajadores en Bangladesh: desde 2005, la RSM ha trabajado con aliados de Bangladesh para exponer las condiciones de trabajo inseguras en la industria de la confección del país y para presionar a las marcas internacionales a compensar a los sobrevivientes de estas tragedias y eliminar condiciones y prácticas inseguras en sus fábricas proveedoras.
-Responsabilidad empresarial y política gubernamental: la RSM cree que las marcas globales deben ser responsabilizadas por violaciones a los derechos de los trabajadores en sus fábricas proveedoras, y que los gobiernos deben adoptar políticas y regulaciones que protejan a los trabajadores de violaciones empresariales de sus derechos.”

El 24 de abril de 2013, murieron mil cien trabajadores y dos mil quinientos resultaron heridos cuando colapsó un edificio textil en Dhaka, Bangladesh. Según la Red de Solidaridad de la Maquila, “…los trabajadores sabían que el edificio era inseguro, pero habían sido forzados a ir a trabajar para cumplir con las fechas de entrega fijadas por las marcas internacionales.”
Sin embargo, este no fue el único accidente registrado, en los últimos diez años el problema continuó en distintos edificios; por falta de seguridad y trabajo precario, según informa la propia Red de Solidaridad. Luego de los permanentes reclamos, se pudieron sentar las bases de lo que luego fue el “Acuerdo sobre Seguridad en los Edificios y contra Incendios” en Bangladesh, con la intención de mejorar esta problemática, ya que consideraban que la auditoría controlada por las empresas estaba fallando en detectar y eliminar los peligros de incendios y seguridad de edificios en la industria de la confección del país.

Por su parte, Jyrki Raina quien fuera Secretario General de IndustriALL (la federación sindical más grande del mundo) afirmó que reconocía el compromiso que asumían las compañías “para poner fin al ciclo de desastres de fábricas en Bangladesh. Y pedimos a todas las demás marcas mundiales que se abastecen en Bangladesh que se unan a nosotros para garantizar que todos los trabajadores de la confección puedan trabajar en condiciones de seguridad”. Al momento de esta afirmación, eran veinticuatro las compañías firmantes, entre las que estaban Benetton y Carrefour. Hoy ya son más de doscientas.
Desde entonces, los trabajadores deben ser capacitados en temas de seguridad e higiene y pueden quejarse por condiciones laborales inseguras, e incluso negarse a realizar algunas tareas.

De todas maneras, existe un aspecto muy importante que no podemos dejar de lado; en el afán de nombrar actores “famosos” y que suene más impactante la cuestión, son las multinacionales las que terminan siendo acusadas por estas problemáticas, poniendo en tela de juicio sus verdaderas capacidades de RSE (Responsabilidad Social Empresaria); pero en realidad, la mayoría de las fábricas no pertenecen a estas empresas, si no que son subcontratadas a distintos empresarios quienes, a su vez tercerizan las actividades en otras fábricas, con lo cual se termina tornando muy difícil dar con los verdaderos responsables.
El caso que tuvo mucha relevancia fue el de Sohel Rana, quien fuera propietario de la fábrica que colapsó el 24 de abril de 2013, que mencionamos con anterioridad, un empresario con poder, dinero y amistades en el Parlamento de Bangladesh. Según la BBC, hay manifestaciones de ciudadanos pidiendo la pena de muerte del que sería “el hombre más odiado de Bangladesh”.

Hoy por hoy, y luego del acuerdo del que hablamos, son los fabricantes de ropa de Bangladesh los que se están quejando; consideran que las medidas y requerimientos de las diversas multinacionales con respecto a las prácticas de fabricación en sus talleres, se están haciendo difíciles de seguir. Es decir, sostienen que no logran mantenerse al día con las disposiciones que consiguieron los trabajadores y que ejecutan las multinacionales en asociación con la OIT (Organización Internacional del Trabajo).
Según Europa Press, un fabricante mencionaba que “teníamos el acuerdo de que no se tomaría ninguna decisión unilateralmente pero no lo han cumplido y nos están pidiendo varias medidas correctivas adicionales”. Este es el motivo por que hacen hincapié en que la industria se está dañando seriamente, ya que cientos de fábricas no pueden lograr acuerdos con las grandes multinacionales. Ahora, son los fabricantes los que están pidiendo al gobierno que subsidie la producción, ya que sus costos están aumentando por las medidas tomadas.

Las maquilas pueden resultar de mucha utilidad para los países subdesarrollados en las que se instalan y para reducir los costos de producción de una empresa determinada, pero el problema es cómo sostener el crecimiento; quizás sea preferible el desarrollo japonés del “just in time”, basado en la reducción del inventario, sistema en el cuál Toyota es experta, y que tantos buenos resultados le ha dado.
Como podemos observar existen muchas aristas en este tema: empresas, gobiernos, empleados, consumidores. Incluso, algunos sectores sociales llegan a cuestionar la existencia de las zonas francas porque son precisamente los lugares en donde suelen instalarse las maquilas, sin olvidar que estas zonas fueron hechas para algo: atraer la inversión extranjera, generar puestos de trabajo, transferir tecnología, mejorar las condiciones a los productores nacionales que se preparan para las exportaciones y generar divisas.

Si bien es verdad que la empresa produce de la “mejor manera posible”, es decir ahorrando costos, también los consumidores son responsables por no cuestionar el origen de lo que compran. Existe una errónea idea de considerar que las multinacionales tienen el poder; el verdadero poder lo tiene el consumidor, sin consumo no hay empresa, ni mucho menos trabajadores. Las empresas van a tratar de influir en sus consumidores con estrategias de marketing, pero no tienen la capacidad de crear necesidades, eso es una cuestión mental de cada individuo que, a raíz del contexto social en el que se encuentra, determina adquirir productos supuestamente necesarios para poder vivir, según los criterios establecidos por la pirámide de Maslow. Estos productos, muchas veces provienen de maquilas.

Acaso cuando compramos un producto de segunda mano, ¿no buscamos conocer su origen? ¿no buscamos saber que uso le dio el dueño anterior? ¿por qué no podríamos hacer lo mismo con los productos de las góndolas? Es solo una cuestión cultural. Lo que nos mueve a conocer el origen del producto adquirido en segunda mano, no es ni más ni menos que nuestro propio interés, tener conocimiento sobre el estado en el que está ese producto, si tiene fallas o algún desperfecto causado por un mal uso. En cambio, en las góndolas los productos son nuevos y tienen garantía, ¿qué podría salir mal?
 Desde ya, casi todos tenemos este comportamiento como consumidores, tanto los liberales como los socialistas. Esto no quiere decir que por eso las empresas deben precarizar a sus trabajadores; la negociación permanente entre los factores que mencionamos con anterioridad puede lograr un equilibrio que permita la convivencia entre ellos y el desarrollo de una dinámica que mejore las condiciones de todos, sin perjudicar demasiado al otro. Lo más importante es que el diálogo siempre esté abierto, porque la globalización genera conflictos nuevos todos los días y no existe un sistema estándar que se pueda aplicar de la misma manera en cualquier lugar.

Desde el punto de vista de los gobiernos, queda bastante claro que los países receptores del sistema de maquilas han decidido abandonar sus proyectos de desarrollo nacional (si es que alguna vez los tuvieron) para insertarse en el mundo de la globalización ofreciendo lo que pueden aportar, mano de obra barata. Si bien habría que analizar cada caso puntualmente, hay determinados elementos que se repiten en casi todos estos países, como el desempleo y la pobreza.
Para paliar la desocupación y promover la inversión extranjera, los gobiernos facilitan la llegada de las empresas ofreciendo flexibilidad laboral y sindicatos débiles, además de los beneficios de aquellas firmas que se instalan, por ejemplo, en una zona franca.
Pueden existir también ventajas logísticas, tal es el caso de las maquilas del Norte de México, cuyos productos pueden estar en Estados Unidos entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas después de fabricados, tanto como en los países Centroamericanos que requieren solo algunos días de transporte marítimo.  De las más de seis mil empresas maquiladoras de México, el noventa por ciento se ubica en la zona Norte del país, según el Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufactura de Exportación (INDEX).
En el país azteca, este tipo de industria representa el setenta por ciento de sus negocios de exportación, con tres millones de empleos directos y siete millones de empleos indirectos.

Desde el punto de vista de los Derechos Humanos, en la República Dominicana, según la organización Human Rights  Watch (HRW), las empresas realizan pruebas de embarazo y ante casos positivos proceden al rápido despido de la empleada en cuestión. Pareciera ser que el gobierno quisiera dar la espalda a sus obligaciones, porque el “Convenio sobre la protección de la Maternidad” de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) tiene en cuenta la “necesidad de brindar protección al embarazo de las mujeres trabajadoras, en particular al Convenio sobre los trabajadores con responsabilidades familiares”.
Las mujeres denuncian ser explotadas y abusadas en muchas situaciones en este tipo de industria, y acusan percibir un salario menor que el de sus pares hombres, al realizar la misma actividad.

Finalmente y como pudimos ver a lo largo de lo expuesto, esta cuestión tiene demasiadas aristas, lo que hace necesario un análisis particular en cada caso. Cuando anunciamos la existencia de miles de maquilas en el mundo, no se debe generalizar, porque no todas son iguales. Insisto que lo más importante es que las empresas y los trabajadores mejoren juntos las condiciones laborales con el apoyo del gobierno (quien debería velar por los intereses de ambos). Mientras tanto, seguiremos analizando hacia donde se dirige el mercado, lo que seguirá determinando la manera de producir.

Artículo escrito por Francisco Cardinali.


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